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Una gran fiesta de fe

El domingo 4 de agosto en la Plaza San Pedro, antes de rezar el Ángelus, el Papa Francisco recordó con alegría la gran fiesta de fe que vivió en Brasil: “El pasado domingo estaba en Río de Janeiro. Se concluía la Santa Misa y la Jornada Mundial de la Juventud. Pienso que todos juntos tenemos que dar gracias al Señor por el gran don que ha sido este evento, para el Brasil, para América Latina y para el mundo entero”.

Las palabras del Papa hicieron referencia a la reciente Jornada Mundial de la Juventud, celebrada del 23 al 28 de julio, en Rio de Janeiro, con la participación de más de 3.7 millones de jóvenes procedentes de más de 175 países del mundo, que fueron cautivados por la simplicidad y cercanía del Papa Francisco, quien viajaba por primera vez a América Latina, desde su elección como Pontífice.

“Copacabana nunca vio tanta gente en paz, alegre y comprometida con la construcción de un mundo mejor”, dijo el Arzobispo de Rio de Janiero, Mons. Oraní Tempesta, al evaluar el encuentro internacional. “Fue un evento sin violencia, sin depredaciones. Y esas señales positivas que vimos en la juventud deben perdurar. Queremos que esos jóvenes, impulsados por la JMJ, sigan siendo protagonistas de un mundo nuevo”, señaló el prelado.

Del mundo entero

Sin duda, los millones de jóvenes que inundaron la “ciudad maravillosa”, salieron renovados por la JMJ. Compartieron, aprendieron, escucharon, rezaron, cantaron y bailaron. Provenientes de las culturas más diversas, pero unidos en la misma fe, los peregrinos superaron el frio, la lluvia, las incomodidades, se encontraron con otros que al igual que ellos, estaban en búsqueda de respuestas a sus anhelos más profundos. Por ello, era común y llamativo ver delegaciones tan “inusuales” o “dispares” como la de Corea del Sur, Nigeria o la Noruega, compartiendo, riendo, venciendo los problemas del idioma y “hablando” juntos el idioma de la alegría de la fe.

Una vida fecunda y feliz 

Ese espíritu se vio incrementado por el Vicario de Cristo, quien llegó a Brasil con el deseo de ser contagiado por la alegría y energía de la Juventud. Pero fue él quien de manera especial, con su espíritu libre, vital y alegre, contagió a los millones de jóvenes, alentándolos a encontrarse con el amor infinito del Señor, que es el que verdaderamente vale la pena. “¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con Él que no tendrá fin, la vida eterna”, dijo el Papa en la vigilia del sábado 27 de julio, en la playa de Copacabana.

A confiar en Jesús

Ya en el Via Crucis, del viernes 26 que puso la mirada en la Cruz del Señor, el Papa dijo: “Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos totalmente en Él, porque Él nunca defrauda a nadie”.  Por ello, alentó a todos a llevar “nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor”.

Anunciar el Evangelio sin temor

En medio de la fiesta y el entusiasmo juvenil, el Santo Padre no cesó en transmitir el mensaje central de la JMJ: el encuentro personal con el Señor Jesús. Por ello, en la gran Misa final que se realizó el domingo 28, el Papa dijo: “Jesús se dirige a cada uno de ustedes diciendo: ‘Qué bonito ha sido participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la fe junto a jóvenes venidos de los cuatro ángulos de la tierra, pero ahora tú debes ir y transmitir esta experiencia a los demás’”.  Y transmitirla a todos los confines de la tierra. “No hay fronteras, no hay límites”, dijo el Papa. “El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos”.
“No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente” remarcó el Papa, ante la respuesta entusiasmada de los jóvenes.

Misión cumplida

De esa manera, el Santo Padre cumplía con el objetivo de la Jornada Mundial de la Juventud: Que los jóvenes se encuentren con Cristo, y descubran que Él mismo los llama a anunciarlo en medio del mundo.

“Nunca tenemos que olvidar que las Jornadas Mundiales de la Juventud no son ‘fuegos de artificio’, finalizados en sí mismo; son etapas de un largo camino, iniciado en 1985, por iniciativa del Papa Juan Pablo II”, dijo el Papa Francisco en el Ángelus del último domingo.
Por ello, pidió a los fieles “que recen conmigo para que los jóvenes que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud puedan traducir esta experiencia en su camino cotidiano, en los comportamientos de todos los días; y que puedan traducirlo también en elecciones importantes de vida, respondiendo a la llamada personal del Señor”.

Fiesta para rato

Río vivió una fiesta, sigue de fiesta y tendrá fiesta para rato. La vitalidad de los días de la JMJ, la fuerza de los jóvenes, las multitudes felices por el Papa y especialmente él, nuestro Santo Padre están dejando una huella indeleble en la historia de esta ciudad, en el corazón del Brasil, y del mundo.

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