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jueves, marzo 28, 2024
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Santos de la puerta de al lado

Cada cristiano tiene un anhelo inscrito en su corazón y es el de llegar a ser santo. ¿Santo? ¡Sí, santo! No se trata de ocupar altos cargos en la jerarquía eclesiástica, o de tener dones sobrenaturales (solo unos pocos son dotados de estos). Significa más bien que Dios nos llama a que sigamos un camino y si lo escuchamos, podremos sacar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo a su servicio. Algunos (muy pocos) son canonizados pero la inmensa mayoría son, lo que el Papa Francisco llama “santos de la puerta de al lado” o aquellos que hacen parte de la “clase media de la santidad”. Es decir, santos anónimos, que con sus buenas obras, bien intencionadas, pueden transformar su entorno, hacerlo más cristiano. Más humano.

Este es el mensaje principal de la Exhortación Apostólica “Gaudete et Exsultate” (Regocijaos y alegraos) fue publicada el pasado 9 de abril.

La santidad no consiste en pretender tener las cualidades del otro (por admirables y buenas que sean) sino en alegrarse con las propias y con ellas dar gloria a Dios. Se puede forjar desde las vivencias cotidianas como abstenerse de las habladurías, escuchar a un familiar que necesita ayuda o asistir y conversar con una persona necesitada en la calle.

Pero el combate por alcanzar la santidad tiene dos sutiles enemigos: El gnosticismo y el pelagianismo. El primero consiste en una fe que se cierra en el subjetivismo y en la que solo interesa una determinada experiencia, en creerse grandes porque entienden a profundidad ciertos aspectos doctrinales, en obligar a los demás a someterse a sus propias teorías o cuando alguien quiere usar la religión “al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales” y pensar que el resto de los fieles no son más que una “masa ignorante”. Pero el Papa nos recuerda que la verdadera sabiduría cristiana “no se debe desconectar de la misericordia hacia el prójimo”.

El segundo vicio, el pelagianismo, viene de una herejía que surgió en el siglo V que dice que para salvarse basta solo el esfuerzo personal, pero olvida que Jesús nos llamó primero, o nos “primerea” como diría el Papa Francisco en sus propias palabras. Esto trae malos hábitos, a veces muy frecuentes entre algunos grupos cristianos, de mostrar solo las conquistas sociales y políticas obtenidas, la ostentación y la vanagloria por los asuntos prácticos. “Complicamos el Evangelio y nos volvemos esclavos de un esquema que deja pocos resquicios para que la gracia actúe”, indica el Papa.

Francisco nos refresca con un texto mucho más sencillo, aunque también un signo de contradicción para un mundo donde prima el individualismo y la competitividad. Este texto son el discurso de las Bienaventuranzas (Mateo 5). Para el Papa, se trata del “carnet de identidad del cristiano”. Vivir con sencillez, mansedumbre, tener hambre y sed de justicia, llorar para ser consolados, ser limpios de corazón, misericordiosos, trabajar por la paz, ser perseguidos a causa de la justicia son algunos de los aspectos que hacen que el cristiano refleje el rostro de Cristo. En el siglo XXI todavía hay muchos santos que combaten el mal con la vivencia de este bellísimo pasaje bíblico, el cual se traduce en actitudes como la alegría, la paciencia, la audacia apostólica, la construcción de comunidades y la oración constante y eso destaca el Papa Francisco en“Gaudete et Exsultate”, una exhortación que nos recuerda que, aunque la vida de los santos no ha estado libre de errores pero ellos “aún en medio de las imperfecciones y caidas siguieron adelante y agradaron al Señor”.

 

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