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viernes, abril 19, 2024
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¿Responderá esta generación?

El Papa Juan Pablo II dijo que vino a Denver a proclamar el Evangelio en las “metrópolis modernas” pero algunos organizadores pensaron que solo vendrían unos 60 mil peregrinos. Los 750 mil que se reunieron en el parque Cherry Creek nos mostraron que ellos estaban equivocados. Hoy la Iglesia continúa enfrentando obstáculos y esto debe hacernos preguntar: ¿Esta generación responderá con la misma apertura al Espíritu Santo y con la misma fe valiente?

Hace 25 años, pocas personas esperaban que aquella “revolución” (como la denominó San Juan Pablo II) pudiera ocurrir en un “pueblo de vacas” llamado Denver. Sí, era una nueva ciudad en el oeste de los Estados Unidos que estaba creciendo y que tiene una de las más hermosas maravillas naturales de nuestro país. Aquí la Iglesia estaba experimentando crecimiento y una afluencia de inmigrantes latinos. Pero el testimonio de la alegría, el entusiasmo y el amor que se derramó en estos días de agosto sorprendieron a muchos.

Existen otros frutos que nacieron de la Jornada Mundial de la Juventud en Denver. Mucha gente joven pudo profundizar en su fe y se pudieron sentar las bases para su vocación al sacerdocio, a la vida religiosa o al matrimonio. Nuestra arquidiócesis también ha sido testigo de un “boom” y de varios apostolados dirigidos por laicos a raíz de la Jornada Mundial de la Juventud. También es justo decir que nuestra Iglesia local se ha energizado con esta experiencia de fe ocurrida en 1993.

Al mismo tiempo debemos ser realistas con los vientos que van en contra de la Iglesia y que se encuentran actualmente tanto a nivel local como nacional. Si comparamos las estadísticas de asistencia a misas semanales entre los años 1990 y 2017 esta práctica tiene una clara tendencia a bajar.  En 1990 el 37 por ciento de los católicos de la Arquidiócesis iban a misa cada semana pero en 2017 solo el 23 por ciento de los fieles iban a misa con esta frecuencia. Es revelador que esta caída ocurrió incluso cuando la población de católicos en la arquidiócesis tuvo 250.000 nuevos adeptos durante el mismo período. Los números nos cuentan la misma historia de lo que ocurre a nivel nacional, con el 39 por ciento de fieles que iban a misa semanalmente en 1990 y el 23 por ciento en 2017 de acuerdo con el Center for Applied Research in the Apostolate (CARA).

Estos números muestran una parte de la imagen, pero solo te dan una vista panorámica de la Iglesia. Y sé, en mi tiempo como sacerdote y en los últimos seis años como arzobispo, que aunque la práctica de la fe está declinando en muchas partes, aún existen ministerios muy vibrantes, parroquias y familias con una fe sólida en el norte de Colorado. Ciertamente es bueno pero no podemos contentarnos solo con esto.

Ha llegado el momento de celebrar el 25 aniversario de la Jornada Mundial de la Juventud, de una nueva “revolución”, de ver cómo la gente de la Arquidiócesis vive la fe y comparte con los demás. En los últimos años he hablado con todos los sacerdotes de la arquidiócesis sobre la necesidad de promover la cultura de discipulado. En los últimos meses, con el aporte y las contribuciones de numerosas personas laicas, nos estamos enfocando en cuatro áreas que ayudarán a crear el fundamento para esta cultura. Estas son: formación en discipulado, acogida a las personas en la parroquia, preparación de los discípulos para salir a evangelizar y liberación -tanto a los sacerdotes como a los miembros del equipo de las parroquias- de tareas administrativas para que puedan dedicar más tiempo a la evangelización.

La parte más esencial de la construcción de una cultura de discipulado es la formación de parroquianos para que puedan tener el apoyo que necesitan y convertirse en discípulos comprometidos si aún no lo están. Sin este grupo de personas que se han encontrado personalmente con Jesús de una manera que les cambie su vida, la fe puede volverse fácilmente una lista de reglas impersonales, especialmente para aquellos que no han tenido una exposición a la fe.

Entonces, ¿cómo apoyamos a los discípulos que ya tenemos y a los que están en formación? Como he comentado con todos los sacerdotes de la arquidiócesis, este movimiento no debería tener límites en cada parroquia. Necesitamos crear una red de discipulado para dar apoyo, compartir con ellos las mejores prácticas y propiciarles un ambiente de comunidad.

Necesitamos preguntarnos: ¿Cómo vamos a responder a esta persona que llama a la parroquia buscando información acerca del Bautismo, el Matrimonio o la Unción de los enfermos incluso si no han ido a la iglesia durante años? ¿Los dirigimos simplemente a los formularios que necesitan completar o trabajamos para crear una amistad viendo la conversación como un momento para recibirlos como lo haría Cristo? Si nos aproximamos a ellos de manera diferente, cada uno de estos momentos podrían convertirse en la puerta de entrada de una relación duradera con Cristo y la Iglesia. En resumen, necesitamos buscar mejorar la manera de recibir a aquellas personas que vienen a contactarnos a nuestra parroquia.

La tercer área en la que nos enfocaremos es en la promoción de una cultura de salida enseñando a los discípulos dentro de nuestras parroquias cómo aproximarnos a alguien que no está cercano a la Iglesia o que no ha tenido una experiencia de fe. Cada parroquia debería preguntarse: ¿Qué eventos o ministerios ofrecemos que podrían interesar a las personas sin formación en la fe o que se han alejado de ella?

El aspecto final de crear una cultura del discipulado es que las oficinas administrativas de la arquidiócesis estarán trabajando para liberar a los sacerdotes y trabajadores de las parroquias para que estén más disponibles para la evangelización. Los sacerdotes, catequistas y directores de pastoral juvenil han invertido años en formar a la gente para que comparta su fe, pero muy a menudo su tiempo se va más en trámites y papeleos. Si bien respetaremos la autonomía del párroco, este esfuerzo va a proveer a las parroquias soluciones que alivien un poco algunas de las cargas operacionales que ellos experimentan, particularmente en los lugares más lejanos.

La analogía del árbol es una buena manera de describir esta creación de la cultura de discipulado. El legado espiritual y los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud son el tronco, y de este se desprenden estas cuatro áreas que son como las ramas.  Estas cuatro ramas son solo la parte inicial del crecimiento del árbol, o de una cultura de discipulado que espero y rezo para que florezca en la arquidiócesis de Denver durante los próximos 25 años y vaya más allá.

¡Que San Juan Pablo II interceda por nuestros esfuerzos y que cada persona en la arquidiócesis se acerque más a Cristo y a su Iglesia!

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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